Mientras más acceso tenemos a la información que circula en internet, más riesgo tenemos de estar desinformados. No todo lo que parece lógico es cierto, ni todo lo que parece absurdo es mentira. Las repercusiones individuales y sociales de la desinformación son peligrosas.

Se define desinformación como información manipulada, o noticias falsas (“fake news”), para cambiar la opinión pública con fines ideológicos, económicos y políticos. En el 2020, la campaña de Trump utilizó publicidad electrónica que tenía información “fake” para manipular la opinión y ganar la elección presidencial. Durante la pandemia, múltiples medios sociales publicaron que el covid-19 había sido diseñado para reducir la población a través de la red 5G. En fin, la mezcla de ciencia y desinformación generó todo un caos respecto a cuándo era necesario ponerse la mascarilla.

El aumento de noticias falsas y la desinformación que circula en internet es preocupante. Las teorías de conspiración mezclan datos objetivos e historias falsas que desencadenan en problemas salubristas y violencia social, entre otras dificultades. Por ejemplo, las personas que son receptivas a las teorías de conspiración suelen tener menos interés en votar en las elecciones, prefieren no vacunarse, o creen que la Tierra es plana.

El término posverdad se refiere a una distorsión de la realidad porque es información que manipula nuestras creencias y emociones con el fin de alterar los entendidos y las normas sociales. En un mundo de posverdad, el comportamiento social colectivo se aleja de los hechos objetivos -como es el conocimiento científico- para fundamentarse en anécdotas, doctrinas y prácticas de personas o grupos con influencia. Los hechos tergiversados o distorsionados refuerzan prejuicios en contra de poblaciones particulares y atentan contra los principios de libertad y democracia.

El consumo de información falsa puede llevarnos a cometer errores en la toma de decisiones. La “infodemia” es un ejemplo obvio. El contenido “fake” puede ser devastador a la hora de entender problemas tan complicados como la guerra, el terrorismo, las políticas públicas y temas sexuales y de género. Debemos tener mucho ojo respecto a qué es real y qué es falso dentro de todo lo que viaja por internet.

Es normal que busquemos comprender la realidad a base de nuestras experiencias personales. Lo que no sabemos lo buscamos y, ciertamente, mucha de la información contenida en internet es válida, accesible y gratis. Lo importante es tener siempre presente quién dice qué y cuál es su motivo o propósito. Contestarnos estas preguntas de antemano es también información importante que podría salvarnos de un mundo “fake”.