Corrían los años 90 y me encontraba con mi hijo mayor en la desaparecida tienda Kmart. En medio de la ropa deportiva, asomaba una camisa roja con el emblema de un toro en tono molesto. No tenía letras.

Sin embargo, Normando Antonio me mira y dice: “Mira papi, ahí trabaja Michael Jordan”. El chip interior del niño asoció el emblema con la marca de los Bulls de Chicago en la NBA, y de inmediato lo asoció a su jugador estelar.

De ello se tratan los emblemas; representan una marca. Ese logo, a su vez, busca asociarse a trayectoria, calidad, garantía y honestidad.

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Una manzana con un pequeño mordisco es Apple, un cocodrilo con la boca abierta es la firma de ropa Lacoste, un puma saltando en rojo es la marca de calzado Puma y así sucesivamente.

Existen hasta juegos para usted identificar esos logos y ver si adivina a qué producto pertenece. Lo peor que le puede pasar a una compañía es que su marca pierda prestigio. Malas determinaciones, baja en calidad, escándalos y hasta actos de corrupción de altos ejecutivos pueden lanzar por el piso décadas de haber construido una buena imagen.

Es más que evidente que en Puerto Rico las marcas políticas han perdido brillo. Con usted viajar por la páginas de periódicos viejos puede apreciar cómo los distintos candidatos no titubeaban a la hora de decorar sus fotos de propaganda con la pava o la palma.

Haga el ejercicio. Los años 60, 70 y 80 están plagados de ejemplos. Cónsono con eso, los ciudadanos comunes y corrientes ponían pegatinas en sus carros o colocaban la bandera de su partido en sus casas. Aún recuerdo viajar por la carretera número 2 y al llegar a Manatí quedar impresionado con una comunidad en la que todos tenían banderas de la palma guindadas en unas bambúas.

Ya eso pasó. Los ciudadanos no lo hacen y los políticos tampoco. Sila Calderón fue de las primeras. Recuerdo que al correr el 1996, abrazó el amarillo con negro para adornar sus banderas. El rojo PPD quedaba en un segundo plano. Al final del camino fue sobreviviente de la masacre electoral que las urnas le dieron a su partido.

De ahí en adelante podrá observar cómo muchos alcaldes y legisladores de los partidos tradicionales han sido creativos a la hora de proyectar su nombre o logo, apartándose de la fórmula tradicional que identifica a los populares y penepés.

Le presento dos casos más que evidentes. Manuel Calderón Cerame ha sido la representación visible del PPD en San Juan. Llegó a la legislatura municipal y ha sido lo único que se ha dejado sentir en estos tres años. Esto, a pesar de que no fue electo, sino que llegó a la asamblea sustituyendo a un correligionario.

Manuel aspira a la Cámara por el precinto 4 y a la hora de lanzar su candidatura lo hizo en una cancha de la comunidad. Llegó allí vestido con colores neutrales. Nada de rojo. Su campaña tampoco tenía el rojo popular o la tradicional pava. Optó por colores pastel. Solo el presidente del PPD y otros legisladores llegaron con camisas rojas. Los demás vestían diferente.

Miguel Romero Lugo, actual alcalde de San Juan, preparó una tarima para su lanzamiento y su logo de campaña se aparta del azul PNP. Tampoco estaba la palma por esos lares. Más bien utilizó un semicírculo tipo arcoíris.

El momento que lució como un evento novoprogresista evidente fue cuando llegó Pierluisi con sus seguidores empuñando la tradicional bandera.

La política partidista está en crisis. La baja participación electoral así lo acusa. Los escándalos de corrupción y la poca empatía con los ciudadanos ha provocado que el imperio del bipartidismo se haya fraccionado. Ahora tenemos cinco fuerzas, cuatro con la aparente asociación de dos, que hoy se anuncia.

Falta un año para las elecciones. Difícil trazar un pronóstico de lo que ocurrirá en las urnas. Lo único evidente será ver con mayor frecuencia el intento camaleónico de aspirantes proyectándose distinto. Distanciándose, sin decirlo, de sus partidos. Haciendo malabares con su propaganda y desechando la marca de sus casas. Esa se dañó. No lo admitirán, pero sus acciones hablan más que mil palabras.

Usted simplemente dedíquese a observar.