Madre, Má, Mamá, Mami, Mother, no importa cómo nos llamen, somos las responsables de que haya habitantes en Puerto Rico, de que la sociedad que compone este país, exista. Somos el sol que abraza, el mar que arrulla, la lluvia que refresca, el viento que empuja, el árbol que cobija y la flor que alegra. Somos una y somos todas. Y cada una realiza el mismo rol, aunque en circunstancias diferentes.

Como la madre natural, que vive el embarazo con amor y temor. La madre adoptiva, que decide amar. La madre con hijos o hijas con retos de salud, que no duerme pendiente a ellos. La madre con hijos e hijas con retos de aprendizaje, que busca y rebusca ayudas para su educación. La madre de hijos o hijas rebeldes, que moja su almohada con llanto cada noche. La madre profesional, que se divide en pedazos y cuelga sus metas. La madre ama de casa, que se tira cada noche en su cama extenuada. La madre con varios trabajos. La madre enferma que se esfuerza por encima de su condición de salud. La madre maltratada que vive con horror. La madre de crianza que asume una responsabilidad que no le tocaba. La madre de hijos o hijas con retos de salud mental. La madre de hijos o hijas encarcelados, que sufre a diario. La madrina que sustituye a la madre. La madre soltera que lucha con todas sus fuerzas. La madre divorciada y la viuda, que ponen en pausa su dolor.

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Somos el miedo y la valentía, el sacrificio y la devoción, la frustración y el amor, el caos y la esperanza, el cansancio y la energía, la paciencia y la recompensa, el insomnio y la entrega, el dolor y la felicidad, la intensidad y la ilusión. Somos tanto que merecemos que se nos celebre hoy y todos los días como las protagonistas de la vida y las coprotagonistas de la vida de esos seres a quienes amamos con un sentimiento que no tiene comparación.

Es curioso que ser madre sea un privilegio y una bendición y que implique además agotamiento y dolor. Es fuerte… unas veces duele, y en otras nos arropa la frustración. Y claro que nos encantan los detalles… las flores, los regalos… pero sospecho que preferiríamos otro tipo de obsequios…

Como, por ejemplo, que se compartan las tareas del hogar, que se nos apoye en nuestros sueños y en esas metas que dejamos ahí, de ladito, esperando a que un día tengamos el tiempo… porque en esto de ser madre nuestro tiempo es de los demás. Cuánto nos encantaría, además, que no tengamos que temerle a la vejez.

Las madres somos todo terreno, nuestras hijas e hijos son una razón para toda la vida. Para vivir, crecer, vencer, luchar… Somos agentes de transformación. Tomamos a esa criatura, que es un canvas en blanco, y aportamos todo lo que sabemos para construir una vida positiva, para armarles con las herramientas que les permitan enfrentar problemas, resolver conflictos, tomar decisiones, escoger el camino del bien. Y cuando por alguna razón se desvían por otro camino, lloramos lágrimas de sangre, ¡pero ahí estamos!

Así como amamos, así sufrimos. Si fracasan, si se equivocan, si se enferman o carecen, pero afortunadamente estamos equipadas con un nivel de resiliencia máximo que nos permite soportar el dolor, levantarles y levantarlos. Y siempre estamos listas para abrazar, consolar, apapachar. Por nuestras hijas e hijos damos todo, hasta nuestro propio corazón.

Somos las creadoras de una nueva sociedad que se levanta en medio de la dificultad. Mujeres magníficas. ¡Celebremos!