Haywards Heath, Reino Unido. Desde el coco de mar, la semilla más grande del mundo con hasta 20 kilos (44 libras) de peso, a la diminuta orquídea, los jardines botánicos de Kew conservan en un fortín en el sur de Inglaterra más de 2,400 millones de simientes cruciales para la salud del planeta.

Fundado en el 2000 en la finca de Wakehurst, en la localidad de Haywards Heath, el Banco de Semillas del Milenio (MSB, en inglés) es el mayor programa mundial de conservación de plantas, con 95,576 colecciones de 190 países y 40,020 especies, muchas de ellas de Latinoamérica.

Este tesoro de la bioesfera se almacena en un impresionante búnker subterráneo a prueba de catástrofes naturales y radiaciones, que contiene cámaras de secado, procesado y frigoríficas, así como laboratorios donde trabajan los científicos de los Reales Jardines Botánicos de Kew desplazados desde su sede en Londres.

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Una trabajadora del Banco de Semillas del Milenio (MSB, en inglés) de los jardines botánicos Kew muestra un ejemplar cultivado a partir de una semilla conservada allí de la especie protegida chilena Eulychnia procumbens.
Una trabajadora del Banco de Semillas del Milenio (MSB, en inglés) de los jardines botánicos Kew muestra un ejemplar cultivado a partir de una semilla conservada allí de la especie protegida chilena Eulychnia procumbens. (Judith Mora)

Un valioso archivo de la vida vegetal

“Toda la vida depende de las plantas, y actualmente dos de cada cinco están en peligro de extinción, en su mayoría por causas de origen humano. Existe una necesidad real y una obligación moral de hacer todo lo posible por protegerlas”, declara la jefa de investigación del banco, Elinor Breman.

Un grupo de periodistas extranjeros pudo acceder este marzo a esa construcción creada para durar al menos 500 años, donde se guardan en botes etiquetados las valiosas semillas de todo el mundo y sus duplicados.

El proceso para depositar cada una de estas simientes empieza con el recolectado, del que se ocupan expertos de Kew o equipos con los que colaboran en múltiples países, entre ellos México, Colombia o Perú.

En base a tres criterios principales -que estén en peligro de extinción, que sean endémicas y que tengan utilidad económica- se eligen las especies de las cuales se cosecharán las pepitas, que después se envían a Wakehurst para ser procesadas y resguardadas.

Estos ejemplares silvestres, cuyo método de conservación es parecido al usado en el sector agrícola para los cultivos, pueden emplearse después para repoblar bosques o reintroducir especies extintas. Además, su ADN se analiza por si pudiera servir para generar variedades resistentes al cambio climático.

La riqueza de América Latina

El MSB tiene en marcha proyectos en México, donde trabaja en una variedad local del aguacate; la República Dominicana -cuya flora está en peligro actualmente por el conflicto en la vecina Haití- y Perú, dice a EFE Michael Way, coordinador para las Américas.

También hay equipos en Chile, donde se conservan especies del Desierto Florido, y Colombia, con especial atención a los bosques tropicales.

Las áreas de interés se eligen bien porque Kew identifica categorías amenazadas o porque los conservacionistas de otros países se ponen en contacto con sus propias propuestas, a menudo con la mediación del ministerio británico de Asuntos Exteriores.

Way explica que en América Latina es importante recolectar variantes silvestres de vegetales o frutos que se comen -como banana, tomate, patata, arroz o trigo-, cuyo material genético podría ser útil para futuros cruces.

“También son importantes las especies que utilizan algunas comunidades a nivel local que, aunque nunca vayan a comercializarse globalmente, son clave para ellos”, declara a EFE el especialista, que cita como ejemplo el fonio que se consume en partes de África y la República Dominicana.

Way reconoce que uno de los principales retos para el trabajo de conservación es el cambio climático.

“Afecta a todos los aspectos de la planificación de nuestros proyectos”, relata.

“Incide en la tasa de incendios en los bosques y pastizales; es una amenaza para algunas de las especies en peligro de extinción; modifica los tiempos de cosecha de las semillas y requiere que, a la hora de replantar, debamos predecir los desajustes del clima”, enumera.

En todo caso, él confía en que el Banco de Semillas del Milenio sea “tanto una póliza de seguros como una inversión en el futuro del planeta”.