Guayanilla. “Soy Cuchita, no me dicen doctora. Nací y me crié aquí, en el barrio Magas Abajo”.

Eran las 10:00 en punto de la mañana. El sol castigaba y el calor aumentaba en el pueblo de Guayanilla. Más de 40 pacientes estaban en lista de espera y seguía llegando gente para atenderse con la doctora Enid Santos Cintrón en un improvisado consultorio al aire libre bajo carpas y toldos.

Personas de todas las edades, muchos de la edad dorada hacían turno sentados en el campamento médico que la generalista guayanillense improvisó en un área verde frente a su residencia en la calle Algarrobo en la Urbanización Santa Helena del pueblo.

El fuerte terremoto del 7 de enero, quebró la estructura en concreto de dos plantas, en cuyo primer piso tenía su oficina médica y desde el mismo 7 de enero bajo un pequeño toldo y con el equipo que pudo sacar de la destrozada oficina, la doctora comenzó a dar servicios gratuitos. Relató a Primera Hora que poco a poco, con la ayuda de un “ejército de voluntarios”, familiares, amigos y personas de la comunidad, el espacio ha ido creciendo.

Desde las carpas, la galena atiende a sus pacientes y a otras personas que acuden a solicitar servicios. Bajo los toldos pernocta en un colchón inflable y desde allí sale a hacer guardias al Hospital Menonita en Coamo y en ocasiones a Aibonito. La generalista no para pues, además, visita refugiados en otros pueblos y en las noches también visita a la gente encamada.

“Esto surgió cuando yo estaba llegando de guardia del temblor del día 7. Yo no sabía que mi casa se había ido a pique y empezaron a llegar pacientes a pedir repuestos para sus medicamentos. Fuimos a comprar una carpa y lo hicimos. Después llegó Triple S nos dio carpas, una corporación sin fines de lucro nos dio otras carpas y empezamos a dar los servicios gratuitamente. Yo cobro en los turnos que hago en el hospital”, sostuvo Santos Cintrón. Ayer miércoles dijo que atendió 150 pacientes.

Tenía un estetoscopio colgado al cuello y vestía pantalón blanco y camisa rosa con su nombre bordado. Sobre el escritorio había gasas, guantes, una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y un libro titulado “Secretos de la Psiquiatría”.  La pueblerina doctora, a quien los pacientes llaman por su nombre, es alta, delgada y eléctrica. No se está quieta pues además de atender a los pacientes, se levanta a buscarles medicamentos, coordina la entrega y recibo de medicamentos y de otros suministros para el campamento.

En el improvisado consultorio ha tenido que atender emergencias, personas con dolor de pecho que han sido referidas al Hospital Metro Pavía de Yauco.

“Se evalúan y envían allá a hacer laboratorios. Le estamos poniendo sueros a las personas, muchas vienen deshidratadas, se visitan en las casas y se le ponen sueros para que coman”, detalló. 

La doctora trabaja con un equipo de 30 voluntarios de todos sitios “algunos que yo conocía y hay gente que empecé a conocer ahora”.

En la mañana de hoy la ayudaban, la enfermera de Cidra, Érika Hernández, la técnica de sala de operaciones, Carmen Ongay, de Dorado y dos médicos de Aguadilla y Jayuya. También, era asistida por su prima Liza Mineli, quien llegó desde la Florida y por Cris Quintana. Su esposo, Orlando Hernández, quien es tecnólogo médico, también es parte del grupo que corre el consultorio.

“Me gustaría que llegaran más médicos para que se metan en todos los refugios porque de verdad que hay mucha gente que necesita, pero también me gustaría que llegaran psiquiatras y psicólogos para que le den terapia a la gente. Aquí los nenes me dicen que cuando oyen el ruido de un generador es que viene el terremoto, están bien asustaditos”, dijo.

“El otro día trajeron una joven de 24 años con ideas suicidas y la referimos directamente a Yauco”, añadió la doctora que apenas descansa tres horas diarias.

“Por la noche aquí estamos pendiente todos de si va a temblar la tierra”, expresó.

Además, de residentes de Guayanilla, la doctora atiende gente de Guánica, Yauco y Peñuelas, que buscan recetas y referidos.

Indicó que ayer miércoles contó con la ayuda de médicos y psicólogos de los estados de Minesota y Misuri, que se encuentran en Guayanilla. Dijo además, que ha recibido ayuda de la Universidad Iberoamericana de la Republica Dominicana, de otras universidades quisqueyanas, de la Escuela de Medicina de Ponce y que el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico también le ofreció asistencia.

“He recibido tanto apoyo, pero yo no pensaba que esto se hiciera viral. No fue con esa intención que se hizo porque yo no quiero que me den ningún honor ni cosa que se parezca. Lo único que yo pedí fue que la clase médica viniera para acá a trabajar”, expresó la galena, quien atendía a los pacientes y a la vez era consultada sobre la entrega de suministros y medicamentos.  Además, de la consulta médica, revisarse la presión arterial y otros servicios, los pacientes recibían un paquetito con artículos médicos de primera necesidad y otros suministros.

Explicó que las primeras carpas eran solo para acostar a la gente en camillas que requieren sueros, pero sostuvo que de momento empezó a llegar gente de todos lados de Puerto Rico a traer artículos y suministros y tuvieron utilizar las como almacén.

La doctora Santos aconsejó a las personas que viven en calles, aceras y en casas a la intemperie a velar por la higiene para evitar enfermedades como la leptospirosis, que se transmite por el orín de ratón. También exhortó a la ciudadanía, en particular a las embarazadas, a utilizar repelentes para evitar dengue y otras enfermedades como el Zika.

Además de poseer un doctorado en medicina, de la Universidad Iberoamericana de la República Dominicana, Santos Cintrón, de 47 años, tiene un doctorado en psicología clínica de la Universidad Católica.

Como no para de trabajar, la doctora no ha tenido tiempo para manejar la pérdida de su casa y oficina.

“No he tenido tiempo ni de pensar para no deprimirme. Cuando yo empecé a ejercer la medicina aquí en Guayanilla siempre daba la vuelta por aquí porque esa casa (señala a la suya) la estaban vendiendo y estuve dos años para comprarla. Ahora eso se explotó”, dijo.

Es madre de una niña de ocho años por la que libra un caso de alienación parental en los tribunales. “Hace ocho años que no la veo. No sé de mi hija. La tienen en Ponce. Esa es la mayor cruz que yo llevo por eso es yo instalé oficina y trabajo de noche para no tener mucho tiempo para pensar”, sostuvo.

“Ella es mi doctora. He estado bien nerviosa, bien deprimida, esto ha sido una cosa muy fuerte para nosotros, tiene alta presión diabetes, colesterol, mala circulación, neuropatía. Vengo para que me un calmante para los nervios y para que me dé un referido para el doctor de los riñones”, dijo doña Aida Oliveras, de 89 años. La viejita se queda en una caseta con su hijo y otros familiares en el sector Consejo de Guayanilla.

Su hija Maritza Santiago vino desde Tampa, Florida a visitarla en Navidad y dijo que no se irá hasta que la situación se normalice.

“No la voy a dejar hasta que eso pase”, sostuvo Santiago, mientras aguardaba porque su madre fuera revisada. Cuando le tocó el turno y entró a la oficina, la generalista la recibió con un fuerte abrazo, como hizo con muchos de los pacientes que la aguardaban.

“Lo que quiero es que la gente esté bien”, expresó la doctora Santos.