Se discute en estos momentos la posibilidad de que la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense apruebe un proyecto de ley para viabilizar una consulta de estatus en Puerto Rico entre opciones no coloniales ni territoriales. Aunque el proyecto no tiene oportunidades de ser considerado en el Senado federal, representa simbólicamente un precedente importante al excluir la condición colonial.

Jenniffer González necesita urgentemente una simulación de triunfo. Como dicen: “alábate pollo, que mañana te guisan”. Como haya una parada, a último momento llega Jenniffer González a pararse al frente.

González desea engañar a los estadistas a cambio de votos locales. Es como decía una amiga: “quiere aparentar movimiento, sin dar un paso”. Lleva dos cuatrienios en el Congreso y no recibe apoyo a un proceso de descolonización. En su lucha primarista con Pedro Pierluisi en Puerto Rico, desea casar una pelea con Alexandria Ocasio.

González desea pelearse con Alexandria porque le gana dividendos en los republicanos, aunque realmente no le escuchan. Recuerden que ningún republicano apoyó su proyecto de estadidad.

Por su parte, Nydia Velázquez ha mostrado un liderato importante. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, así la reconoció como la portavoz de los puertorriqueños.

Ahora, las cosas por su nombre.

El Pueblo de Puerto Rico tiene el derecho inalienable a la libre determinación, y los Estados Unidos la obligación de descargar su responsabilidad descolonizadora con respecto a Puerto Rico. Ante esa realidad, es imperativo poner en marcha un proceso político capaz de lograr la descolonización de Puerto Rico.

¿Cómo hacerlo? El PIP lleva décadas proponiendo la convocatoria a una Asamblea de Status mediante la cual los puertorriqueños puedan elegir delegados comprometidos con alternativas de status que estén fuera de la Cláusula Territorial.

La encomienda de esa Asamblea no es la de decidir cuál debe ser nuestro status futuro; eso le corresponderá en su día a los electores.

El rol de la Asamblea sería una poderosa voz de reclamo descolonizador que se haría sentir en la comunidad internacional y en la sociedad civil de los Estados Unidos generando entusiasmo y compromiso para que el Congreso y el Presidente se vean compelidos a responder con prontitud y responsabilidad.

La segunda función de la Asamblea de Status es que las delegaciones electas para representar las distintas alternativas no coloniales ni territoriales negocien con los comités correspondientes del congreso -y con Casa Blanca- para darle contenido preciso a cada una de las alternativas y sus respectivas transiciones.

Del mismo modo, es importante advertir, como lo dije en el pasado ante el Comité de Recursos, que si estamos en serio con relación a los objetivos, debemos ser francos.

El asunto es mucho más profundo; es de notorio y público conocimiento que Puerto Rico tiene una muy arraigada identidad nacional propia y diferente a la de los Estados Unidos. “¡Somos boricuas, pa’ que tú lo sepas!”

No cabe duda de que la insistencia en que un voto a favor de la estadidad sea autoejecutable constituye una píldora venenosa que garantiza el fracaso del proyecto en el Senado. Un Congreso no se va a maniatar de antemano a su determinación final. No lo digo yo, ha sido la experiencia histórica y por eso debemos empujar una Asamblea de Estatus.

Mientras, aquí en Puerto Rico, ningún gobernador PPD o PNP está dispuesto a ejercer la presión política necesaria para que el Congreso cumpla con su obligación descolonizadora.

¡No se dejen engañar! Los líderes del PPD no están dispuestos a echar para adelante, porque no tienen propuesta descolonizadora y prefieren por lo tanto que no cambie nada; y los del PNP no están dispuestos porque temen exponer la alternativa de estadidad al escrutinio y el examen del gobierno de los Estados Unidos.

Afortunadamente, en Puerto Rico la actitud es que, parafraseando a Luis Ferré -en otro contexto-, ante los aguajes del liderato PNP: “¡Esto tiene que cambiar!”