Falta poco para despedir el año 2022. En estas horas de final de año, todos repasamos los acontecimientos ocurridos y recibimos con esperanza y ánimo renovado las posibilidades del nuevo año.

Al terminar el año, evaluamos las metas alcanzadas, experiencias vividas y también aquellas cosas que se quedaron en el tintero.

Además de los eventos vividos individualmente, como pueblo enfrentamos grandes retos. Fue un año donde la pandemia continuó amenazando nuestra salud. Económicamente, seguimos sin un plan de desarrollo pleno y autosustentable. La violencia social, en particular la violencia de género, fue una marca dolorosa. Nuestros recursos naturales y ambientales siguieron siendo explotados, en medio del desafío de la crisis climática. La inestabilidad del sistema energético fue la orden del día.

Ante nuestros grandes retos, mayor ha sido nuestra indomable determinación de echar hacia adelante. Esa misma voluntad y determinación nos debe llevar a reflexionar para que en el nuevo año atendamos problemas urgentes. En estos momentos es necesario ofrecer la mano amiga a quienes más necesitan.

Aunque el periodo navideño es para muchos de celebración y alegría, para otros es un periodo de soledad, necesidad y descompensación emocional. Es por eso que deseo dedicar esta columna de fin de año a tres sectores que debemos tener presentes.

En primer lugar, hay que atender el grave problema de salud mental que existe en Puerto Rico. Somos la tercera jurisdicción bajo bandera estadounidense con mayores problemas de salud mental. No obstante, a esta población no se le está dando la atención necesaria. En el periodo navideño esta población es más vulnerabilizada.

En segundo lugar, nuestros adultos mayores, muchos de los cuales viven en soledad y sin la atención necesaria. Parte del impacto del éxodo fuera de Puerto Rico, ha sido el abandono de muchos adultos mayores. Ha sido la solidaridad comunitaria la principal línea de atención, aunque limitada, para esta población abandonada.

Se calcula que para el 2025, el sector con sesenta años o más representará el 23 por ciento de la población. Ha predominado en Puerto Rico una concepción equivocada de que envejecer es sinónimo de aislamiento. El gobierno ha sido incapaz de establecer una política pública adecuada a nuestra realidad demográfica.

En tercer lugar, otra población vulnerabilizada es nuestra niñez. El Instituto de Desarrollo de la Juventud publicó un estudio con cifras alarmantes sobre la extrema pobreza infantil. El 58 por ciento de la población está bajo niveles de pobreza y, de éstos, el 37 por ciento vive en extrema pobreza. El impacto en la población infantil es severo. Es necesario hacer una inversión social para atender esta preocupante situación.

Comparto con ustedes esta reflexión sobre estos tres sectores de nuestra población, porque en este periodo navideño los principios de caridad y compasión deben servirnos de norte. Que el nuevo año nos sirva de inspiración para impulsar un plan de acción para atender estos problemas permanentemente.

Somos un pueblo generoso, capaz de lograr lo inimaginable. Desafortunadamente, los que han estado a cargo de nuestro gobierno han olvidado que la función principal del Estado es ayudar a aquellos que más necesitan. La empatía debe ser un motor fundamental de la acción gubernamental.

Por eso, a horas de despedir el año viejo y dar la bienvenida a nuevo año, mi deseo es dejar atrás los errores y marginación del pasado y con actitud renovada transformemos las condiciones en que viven muchos compatriotas.

A todos ustedes, lectores de Primera Hora, les deseo un Feliz Año Nuevo de dicha, salud y prosperidad.