En esta vida, pocas cosas están atadas a la casualidad. Existen giros que sirven para poner en perspectiva denuncias sociales que nos atañen a todos.

Al momento de abrir las páginas de este diario, celebramos el cumpleaños de don Antonio Cabán Vale, mejor conocido por todos cómo “El Topo”. Llegó a este mundo un 22 de noviembre de 1942, por lo que acaba de arribar a los 81 años.

“El Topo” no está bien. Un derrame cerebral afectó su movilidad y su capacidad de comunicarse. Tampoco puede cantar con la firmeza que lo hacía y mucho menos tocar la guitarra, fiel cómplice de travesuras, bohemias e inspiraciones.

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El lunes, “Noticentro” presentó las imágenes de un envejecido compositor con grandes dificultades. Por mejor intención que pueda tener su hijo, nuestro laureado artista necesita ayuda. Una ayuda que, de acuerdo a los reportajes, recibía y por alguna decisión familiar se interrumpió.

Por ejemplo. Supimos a través del reportaje de seguimiento de ayer que estaba en un hogar y se removió de allí sin mayores explicaciones. Que tuvo el servicio de un ama de llaves y que se canceló por determinación familiar.

Pero la imagen de don Antonio demuestra que necesita de esa ayuda. En el hogar pueden velar por sus comidas, así como el monitoreo de sus medicamentos. Si la determinación era estar en su casa, un ama de llaves podría ayudar en su aseo personal y en su hogar. Pero se decidió otra cosa.

Sin embargo, la difícil situación del autor de “Verde Luz” nos pone un espejo a todos. Vivimos en un país envejecido y que sumará miles de puertorriqueños a esas cifras en la próxima década.

Al día de hoy, los hogares de cuido prolongado no dan abasto. No lo digo yo, lo reconoce la propia secretaria de la Familia durante una entrevista radial. Admite también que se ha visto en la obligación de duplicar fondos para el reclutamiento de ama de llaves para servicios a esa población.

Como si fuera poco, la procuraduría de las Personas de Edad Avanzada y el presidente de la Asociación de Hospitales han denunciado que sigue en aumento los casos de viejitos que llegan a los hospitales y los dejan allí, a su suerte. No se ocupan de ellos y los dejan abandonados.

Existe un desentendido familiar a los mayores. Lo ha dicho la propia secretaria de la Familia. Los hijos se van a Estados Unidos realizan su vida y los adultos mayores se encuentran en soledad. Claro, existen casos donde los viejitos no se quieren ir, provocando conflicto.

Ahora bien, todo esto con las variables que pudiéramos considerar de parte y parte, proyectan un reto enorme a la forma de dictar la política pública. Los gobiernos actuales y futuros tendrán que reformular sus presupuestos. Tenemos menos niños y más viejos.

El director de AARP, Jose Acarón, asociación que vela por los adultos mayores, me comentó que actualmente las organizaciones sin fines de lucro están orientadas en su mayoría a servicios enfocados a niños y jóvenes. Eso deberá cambiar, pues cómo ya se estableció, el demográfico no es el mismo.

A ese panorama, le podemos añadir que tenemos una generación que decidió no tener hijos. ¿Qué pasará con aquellos que enfrenten retos de salud como derrames, enfermedades terminales? Claro, siempre podrían surgir hermanos o sobrinos, pero lo más probable es que tengan que requerir servicios al estado.

Cada uno de nosotros debe reflexionar sobre este asunto. Sobre todo, prepararnos. No tan solo tenemos la responsabilidad de estar bien de manera económica a la hora del retiro. Tendremos que planificar también que ocurrirá con nosotros en esos tramos finales de vida.

Ya no debemos depender de nuestra descendencia, nos toca crear algún fondo personal para pagar hasta un hogar de cuido extendido.

Digna reflexión que nos convoca, gracias al reto personal que se trae a la luz con el caso de “El Topo”. La ruta está trazada. Es hora de pensar en ella...