Todas las vacaciones tienen su encanto.

Diversión, buena comida y visitar nuevos lugares son los mejores ingredientes para recargar baterías. Pero el mejor de los encantos está relacionando a lo inesperado, lo que al regreso conforma el mejor recuerdo y alimenta las conversaciones.

Está Navidad mis vacaciones me llevaron a Europa. Un buen grupo de boricuas acompañó a Tita Guerrero y a este servidor a visitar los mercados navideños que se encuentran en la riviera del río Rin. Fuimos a varias ciudades de Suiza, Francia, Alemania y los Países Bajos.

Les confieso que el invento fue de Tita, pero me ha resultado más que agradable. Nuestra aventura comenzó en Zurich, una de las principales ciudades suizas y casa de unos 630 bancos.

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También alberga uno de los sitios más fascinantes que usted puede visitar.

Los Alpes Suizos son una maravilla. El ver los parajes y esas casas tan particulares, hacen que las pupilas se quieran salir. El ambiente cambiante al subir la montaña hasta llegar al llamado “tope de Europa”, es de ensueño.

Al llegar a la cima y ver la magnitud de todo lo que rodea, te hace admirar la creación. Nuestro planeta es una gran casa que Dios nos ha regalado.

Al tercer día de nuestra gira, llegamos a Basilea, una ciudad ubicada al noroeste de Suiza, que hace frontera con Francia y Alemania. De hecho, este país tiene cuatro idiomas oficiales. Se trata del alemán, que además es el que se utiliza en las escuelas; el francés, el italiano y un dialecto local, que es utilizado solo por un 5% de la población, mayormente en el sur.

Tras visitar uno de los vistosos mercados navideños, nos fuimos a caminar un poco por los alrededores. Es zona turística y muchos se las ingenian para buscar alguna propina. Fue en ese momento en el que nos topamos con una familia, que con guitarra en mano y el acompañamiento de una “caja acústica” interpretaban la canción “Feliz Navidad”.

Menuda sorpresa para los 43 integrantes de nuestro grupo toparse, no tan solo con una de las canciones más emblemáticas de la Navidad, sino que también fuera de uno de los nuestros. ¡El coro fue instantáneo!.

Todos comenzamos a cantar, dibujando una sonrisa en los intérpretes callejeros. Otros turistas y locales o se unieron o se dedicaron a observar al coro improvisado. José Feliciano se hubiese sentido orgulloso del orgánico momento.

No pierdo la fascinación con la realidad del talento de nuestra isla. Puerto Rico podrá ser un territorio de 100 x 35, pequeño ante los ojos del mundo, pero con talento increíble. Siempre nos dejamos sentir de algún modo.

En Grecia fue la figura de José “Piculín” Ortiz la que sirvió de referente para entrelazar la conversación entre el guía griego y nosotros. En Suiza, José Feliciano. La canción es una simpleza, pero poderosa en su ritmo, alegría y potenciada por dos de los idiomas más hablados del mundo. Por eso se convirtió en un himno permanente de la temporada.

Fue un momento mágico donde Puerto Rico, la Navidad, la música y la alegría se confabuló para brindarnos un momento inolvidable que vivirá por buen tiempo en nuestra memoria de esta encantadora ciudad de Suiza.